Espero que si lo hagas

-“No creo que sea una gandallada, así que lo haré.” Esas fueron las últimas palabras que le escuché decir-replicó-y después de eso, desapareció.

Ana no le creía nada, la verdad nadie lo hubiera hecho, sobre todo después de la última vez. Todavía estaba fresco el recuerdo de aquella vez que por su culpa, el plan había sido descubierto. A veces incluso pensaban que también trabajaba para la RPB. Cada que pasaba algo imprevisto, siempre estaba implicado, y para Ana la conclusión obvia era que, o era muy estúpido, o los estaba traicionando.

Al otro día pasó algo que nadie esperaba. En el cuarto sector, en la calle 27, su cuerpo sin vida aparecía junto a un mensaje que decía lo siguiente:

“A#$%&& 4555 F 23ª”

No era la primera vez que pasaba con alguien del grupo. Hace algunos años Wilhelm también había corrido la misma suerte, con un mensaje igual. Todos sabían que era un código de la RPB, y uno muy amedrentador. Durante años la RPB se había valido de los “invisibles” para hacer el trabajo sucio, aunque de un tiempo para acá el trabajo sucio iba en aumento. El asesinato, en vez de disipar las dudas acerca de su complicidad, las aumentó, y ahora era básico saber si en verdad era un traidor, y en caso de que lo haya sido, saber hasta qué punto les había dado información: Era necesaria una reunión urgente, y no había tiempo. Su asesinato volcó de pronto todos los planes, ahora podría ser el fin de la resistencia, y de lo poco que se podía hacer contra la RPB.

Todo se preparó con cuidado, y al cabo de una semana se pudo llevar la reunión en un lugar lejos del sector central. El nervio se sentía en el ambiente: si hubiera un traidor, todo estaría perdido, todo. Por fin, después de un largo silencio, Rojo se atrevió a hablar. Rojo era el tipo de persona del cual uno no se esperaría una reacción espontánea. Siempre callado, había sido encomendado a las misiones de espionaje más secretas (y a veces más obvias), por su poca capacidad para entender el sarcasmo. Su cara de esponja contrastaba con su pelo lacio y sus ojos aguamarina. Su comentario no salió de lo común

-¿Qué estamos esperando?

-Nada-contestó Ana, -sólo que alguien se decida a terminar esto

-¿A terminar qué?

-Esto. Por un momento pensé que se habían dado cuenta de esto. Tengo que comunicarles algo que puede ser muy perturbador: No hubo asesinato alguno, la RPB no existe en verdad; es más, ni siquiera nosotros existimos en verdad, solamente somos partes de una mente, y el verdadero tirano contra el que luchamos está a punto de terminar con esta pinche farsa. Por desgracia, la única esperanza que tenemos es en los que se molesten en leer esto . . .


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