El cuarto blanco

Los días dentro de este asqueroso cuarto son iguales uno del otro, es más, hace tiempo que ya se me olvido medir el tiempo. Todo es blanco, todo está en su lugar, y todo parece en armonía. Hace tiempo que he olvidado que hago acá, incluso hay momentos que olvido quién soy o de dónde vengo. Con esta maldita soledad es seguro que en poco tiempo me volveré loco. A cada instante, el único sonido que me hace compañía es el “tic-toc” del reloj de la pared.

En el cuarto sólo hay una puerta, pero no importa, porque la verdad es que desde que entré, no la he visto jamás abrirse. No entiendo nada, estoy a punto de la locura. No tengo consciencia de saber cómo funcionan las cosas aquí, ni siquiera la más mínima idea. Cada día en la mañana abro el refrigerador que está en una esquina del cuarto, y veo que siempre hay comida, siempre es lo mismo, nunca termina. Yo no sé quién la pone o como, como es posible que no me haya dado cuenta antes. He hecho todo lo posible por averiguar quién la mete y como carajo lo hace. Ni siquiera pasar noches enteras en vela me ha ayudado a develar ese maldito misterio, incluso he vaciado todo lo que hay adentro, pero nada sirve. Siempre, al otro día, todo está como en la noche anterior, todo en su mismo lugar. He pensado muchas cosas al respecto.

Incluso pasa lo mismo con la limpieza del cuarto. Claro, déjenme describirles como es: En todo el cuarto sólo hay una cama, el refrigerador, una regadera, un reloj y un escusado. Todo está impecable todos los días. Está de más decir que he probado el mismo experimento del refrigerador con todo lo que está aquí: he ensuciado todo, he destruido todo lo que he podido, he tratado de estar despierto la mayor cantidad de tiempo posible, y siempre es lo mismo al final. Al otro día, todo está en su lugar, en el mismo orden, en las mismas circunstancias.

Me siento sólo y atrapado en una celda odiosa, en una celda odiosa y asquerosamente ordenada, en una pesadilla que no logro entender. De un tiempo para acá he pensado que tal vez (y sólo tal vez) lo que en verdad sucede es que me estoy volviendo loco, loco y ciego, y que esa ceguera no me deja ver lo que pasa y sólo puedo ver lo que yo quiero ver. Estoy a punto de convencer que soy el único que se ha encerrado en este estúpido lugar. Alguna vez leí algo sobre la caverna de platón, y no sé qué tanto se parezca, pero creo que tal vez ni siquiera estoy encerrado, tal vez ni siquiera estoy sólo. Tal vez (y sólo tal vez) esta miserable existencia aquí sólo es producto de mi imaginación, de mi amargura.

Tal vez sólo así podré salir de acá, haciéndome a la idea de las cosas y aceptándolas. Mientras seguiré esperando, en mi cama, sentado, angustiado, esperando ver algo distinto, un movimiento, esperando querer ver lo que está, y no sólo lo que quiero ver, aprendiendo a aceptar las cosas como son y no como quiero que sean.

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