Y entonces . . .

Cuando había pensado que por fin se me había pasado este sentimiento, me vuelve a surgir. Las mismas preguntas me vuelven a asaltar, y las mismas inseguridades, es por eso que se reafirman las mismas estrategias del pasado. El tiempo vuelve a ser esa cola de vestido de novia larga y pesada que amenaza con su paso tan tardado.

Mi cabeza flota, mientras mi corazón se hunde en un mar negro y asqueroso como derrame de petróleo en el golfo de México. Estoy a unos grados de ser emo o algo así si continuo con esta actitud.

Hablando de manera honesta y franca, me molesta sobremanera tu falta de atención, y creo que es algo medio estúpido. No sé y no me interesa, ahora yo soy el que está lejos y cualquier pretexto se me hace menos que una pendejada.

Yo sé que veintemil cosas revolotean en tu cabeza, en un mundo en el cuál yo no tengo lugar y no tengo nada que hacer. Es deprimente (sí).

Ah, sí al menos tuviera el ánimo de salir a hacerle al estúpido por toda la aburrida y decadente ciudad, si tuviera el placer de ser un imbécil, o de actuar como uno verdaderamente profesional, al menos podría olvidarme un instante de esto.

Tengo que aceptar la realidad. Este miedo me mata, lento pero me mata, y no sé que hacer al respecto. Podría ser que acepte de una buena vez de la forma más pesimista posible el peor escenario, ese que incluye tu ausencia y un lugar lleno de gente. Es mejor pensar que no estarás, como no has estado estos días, como te haces el ausente tanto tiempo, como piensas en todo menos en mí. Para la tranquilidad de la monotonía, es preferible creer que así será de aquí en adelante.

Incluso puede que me esté adelantando a los hechos o, peor aún, que me esté contradiciendo. Ayer tu mensaje con los te amos y te quieros, pero después ni una sola noticia. Debería pensar que no voy a tener ninguna esperanza de leer algo así durante la semana. Hoy en la mañana, dos signos de interrogación, nada claro, nada evidente, y yo dormido, sin poder contestar. Mmmm, dejaré como siempre que las cosas pasen.

De lo perdido, lo hayado: ya no me ponto tan mal como antes. Después de todo, ya queda poco tiempo acá, y no pienso echar a perder más esta temporada por tu culpa, mejor tendré que britear duro y pensar lo que falta hacer, lo que es preciso terminar, lo que ocupo conocer (sobre todo de mi mismo). Pensar simplemente que, después de todo, no es seguro ni que llegue al día de mañana, ni que tú lo hagas, ni que a mi me importe, es más, ni que pase algo realmente, sea lo que sea. Digo, puede pasar cualquier cosa . . . uno nunca sabe, a veces el pasado es un muerto que puede resucitar y cambiar toda la historia de un solo acto. Y este puede ser el caso ¿sabes?

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