Notas

Con el inicio de la primavera, aumenta el calor, y por lo tanto, las ganas de no pararse para ir a la escuela. Creo que no solo los sólidos se dilaten con el incremento de temperatura, sino que hasta los sonidos: parece que todas las voces se vuelven más graves, más intensas y más prolongadas en su duración.

Incluso parece que el mundo creyó que el verano se había adelantado, y con él, el final de semestre con todo lo que implica. En lo personal el único final de semestre que en verdad se me ha dificultado fue el del semestre pasado, pero de ahí en fuera, siempre he pensado que la parte más difícil del semestre no es el final, sino la mitad. Al parece la excepción del año pasado no hizo más que confirmar la regla, porque esta mitad de semestre pinta para estar muy complicada.

Al menos la gripa ya cedió un poco. Eso es muy bueno porque de ahora en adelante ya sabré que si me da flojera será natural y no por causa de alguna enfermedad oportunista. Es horrible tener gripa exactamente cuando uno está más ocupado y con más preocupaciones (en todos los sentidos).

Ya no sé si ponerme o quitarme mi sudadera: si me la quito me da frío y si me la pongo sudo y me termina dando frío de todos modos. Igual se me va a quitar el frío tarde o temprano, cuando haga más calor y me aclimate. Por fin parece que va a empezar con una descripción, así que creo que ya es hora de despertarme y dejar de pensar en cómo dormirme sin que nadie se de cuenta.

A veces la mente se queda en blanco y es difícil pensar en la siguiente palabra. Es como un reto contra la hoja en la cual cada palabra, incluso cada letra es una victoria contra el vacío, como si no importara el contenido ni la razón de ser de las palabras, porque su razón ser existir es esa: existir, ser, no dejar que el vacío se apodere de todo, hacer que ceda cada vez más ante el progreso de los símbolos, lo que sea que eso signifique.

Como siempre, el tema del blog del día de hoy (como apenas me di cuenta) es divagar sobre lo primero que tenga en la cabeza. La verdad es que por el momento no tengo ningún tema en especial del cual me mate de la felicidad comentar. Tampoco tengo ningún interés de hablar de alguna noticia o algo por el estilo, porque sé que me tardaría la vida luchando contra la barbarie del vacío y la blancura de la hoja.

Aunque las palabras plasmadas en una hoja le dan sentido a la hoja por si mismas (le otorgan su razón de ser), también la laceran y la marcan. La tinta siempre va a ser tinta, y al fin y al cabo, es un tatuaje que queda grabado por siempre en la piel del papel, algo que nunca se va a quitar, y que va determinar para la posteridad su esencia.

Tal vez una hoja escrita a mano (sea una carta, un documento, cualquier cosa), tiene un valor artístico intrínseco que se nota en la fuerza de los trazos, los colores, la limpieza de la tinta, la combinación de los colores, el fondo del papel, el estilo, la fuente, el idioma, el grosor de la tinta, el alfabeto, el mensaje. Para mi gusto, podría ser parte de la apreciación poética la apreciación de la belleza y la estética de los escritos (más por su forma física que por su contenido literario).

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