Perdido en la vida

Tengo cosas más importantes que hacer y me sigue doliendo la cabeza horrible. La adjunta habla sobre las próximas clases y lo que hay que hacer. Me siento distraído: este dolor es punzante y constante y no cesa, no puedo dejar de pensar en él. Para colmo de males parecería que no tiene caso escuchar. El tiempo pasa y pasa y la gente llega y llegas, y yo sigo escribiendo lo primero que se me viene a la menta esperando que en algún instante me llegue la musa, aunque me han dicho veinte mil veces que eso no pasa, al menos tengo la intención de seguir aquí hasta que me inspire. La profesora acaba de llegar, nos empieza a hablar y creo que quiere regañarnos, al menos se le ve cierta intencionalidad. ¿Qué onda con nosotros? Es lo mismo que yo me pregunto.

Hace mucho calor y eso que es invierno. El Sol de invierno es un solo que quema pero sólo eso, no calienta ni se siente bien. La clásica polución del DF hace ver a la ciudad de una manera bastante peculiar, no tan fea realmente, pero sí peculiar. Ahora parece que la espada de Damocles pesa sobre mi cabeza al respecto de los favores y el tiempo. No sé en donde está la espada de Damocles, es más, no sé quién demonios rayos es Damocles.

La teoría crítica es rara ¿o será que no tengo ganas de escuchar nada al respecto? Creo que nos acaban de dar una buena noticia acerca de un examen un poco pesado que no quería hacer. Nadie se acuerda de lo que vimos, y si se acuerdan, no quieren decir nada. Ya lo dije, sí, ya lo dije, fui el primero en hablar, y a pesar de que haya dicho puras necedades, lo hice. Hoy no tengo ganas de hablar de nuevo, así que trataré de callarme a futuro.

Tengo una flojera y apatía inmensa. Mis dedos automáticos escriben frases que mi entendimiento no logra dilucidar porque de hecho no pueden ser dilucidadas. Estoy inmerso en un curso de blablablá impresionante: simplemente es increíble que escucho voces que no dicen nada a mi parecer. No es que yo sea el mega erudito ni mucho menos, pero estoy simplemente con cara de hongo, de un hongo que parezca champiñón. Me dicen que hable, no quiero. Sigo escribien, un dos, tres, cuatro ¡mambo uh!

Otro párrafo, que sale del teclado sin un motivo de existir, sólo existe y no pregunta por qué, creo que no tiene la capacidad de preguntar el porqué al menos hasta que yo se la dé. Yo creo que no creo nada, yo creo que no debería de hablar de estas idioteces porque son aburridas y las yemas de mis dedos se opone diametralmente a seguir tecleando. Están a poco de parar, pero todavía falta. Probablemente es un problema más de tipo psicológico, pero si no termino una página entera no me siento contento con mi entrada en el blog. No lo sé, para mi esta hoja es algo así como un espacio simbólico en el cual puedo expresarme de manera más tranquila que en muchos otros lados, inclusive mi almohada ya está celosa de éste blog. Es genial, es el lugar perfecto para comentar cualquier cosa y que nadie la lea, eso es bastante bueno cuando quieres sentirte escuchado en el silencio.

Yo no sé, es pregunta. ¿Es pregunta? Sí, sí es pregunta. Pregunta que pregunta lo que preguntan todos. Pregunta sin respuesta, pregunta que no responde y solo pregunta más preguntonamente para todos los preguntones. Así, sí, así mismo, parece que va a terminar la pregunta que jamás será respondida y seguro se va a quedar en el éter. El éter, si el éter, el éter de mi estúpido dolor de cabeza, sólo eso, el gran y estúpido éter de una existencia que a veces parece vacía.

0 comentarios:

Publicar un comentario