Casi si, casi no

Casi me quedo sin escribir la segunda entrada de esta semana debido a la fuerte carga de trabajo. No era fuerte porque cargara pesas ni nada de eso, pero en verdad era pesada (literalmente era pesada). Ya me tenía harto, y por desgracia no parece tener fin. Esta es una de las tareas que más me gusta hacer, y por poco y termino omitiendo su realización. Es horrible en verdad esa situación, ya que en algún momento casi termino pensando que todo ese bonche de tarea se asemejaba más a una realidad perteneciente a cualquier cosa medio kafkiana que al mundo común y corriente. Juro que sentía que las hacía más por trámite que porque en verdad entrañaran en sí un conocimiento.

¿Hasta qué punto el hartazgo sembró en mí su semilla? Tengo una aversión asquerosa a la práctica ortodoxa de la vieja escuela, al menos por este instante. Es demasiado pesada, aunque debo de aceptar que al menos para mí es demasiado efectiva. Pero a estas horas lo que menos quiero hacer es la tarea. Por otro lado, ya no sé si me afecta más el hacer las tareas a esta hora o el levantarme a las 7:00 de la mañana cada día: soy un huevón y eso me pesa.

Como sea, tema cerrado. Ya no quiero quejarme de una situación simplemente estúpida y individualista; más deberían quejarse las personas que trabajan 12 horas al día por un salario miserable y no yo con mis pendejadas. Si, es normal quejarse; lo que no se me hace justo es quejarse de cualquier estupidez en cualquier momento de manera indiscriminada suponiendo que la situación de la cual nos quejamos no nos pueda presentar un beneficio a futuro, no tenga algo positivo o sea independiente de nuestro actuar.

Un poco es parte de la responsabilidad: no es tan fácil quejarse de una situación que nosotros mismos generamos en muchas ocasiones. Mejor dicho ¿Hasta qué punto es ética y moralmente justificable hacerlo, y hasta qué punto resulta hipócrita?


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