
Me encuentro en un nuevo lugar en medio de la nada. Pero ayer ella se encuentra (si, se encuentra, lo escribo adrede, esto por la concepción temporal que quiero utilizar) sola en un cuarto lleno de gente, esperando el inicio de la historia en plena agonía, ella ve el reloj a cada instante esperando que se adelante pero no lo hace. El tiempo, efectivamente, es el maestro y señor que, junto con la soledad y la frialdad, rigen ese extraño lugar. Es fríamente sofocante, lleno de conocidos que nunca ha visto e inmerso en una nada oscura y negra, pero inundado de blanca luz de autopsia alienígena. Ella piensa, en honor del surrealismo, como ha llegado su vida a tal punto de considerar que no hay nada más hermoso que el fortuito encuentro de una sombrilla con una máquina de coser en una mesa de cirujano. Ella lo sabe, ella está ahí, ella está en el futuro y en el pasado. Ella permanece en el tiempo, pero no en el espacio: esa es su celda. No puede planear el futuro, pero ya lo vivió porque es parte de él. Ella ya lo tuvo entre sus manos pero no lo sabe realmente. No es dueña del tiempo que rige, solo de la soledad que la inunda a veces, como ahora. Ella no tiene idea de nada de lo que digo yo, un vidente inmerso en la nada de la oscuridad luminosa (vaya pendejada) ya descrita. Esta pérdida su mirada y su ser, sólo es pero no conoce. Ella ya no tiene miedo, lo domina, lo ha visto en el futuro pero no se acuerda de lo que verá en el pasado. Su alma es sólo una ráfaga de aire puro de rocío de la mañana y humo de escape de un Volkswagen sin verificar. Se siente sola, pero no lo está. La razón de su vida sigue ahí, junto a ella pero muy distante. Dentro y fuera. Es algo que la ata y la esclaviza, pero lo único que la libera y la hace sentir viva.
Su futuro irremediablemente la va a llevar a su pasado, a los días de calma y felicidad, a la antigua Arcadia, a las fiestas de los dioses, bola de alcohólicos, a los desmadres de la infancia, a los juegos de niña y días de soles rojos por la mañana, de manzanos y de bosques, a los momentos antes de perder la inocencia. Llegará y recordará lo que quiere del futuro. El camino siempre es lo mismo, un túnel negro, un lugar en el infinito, mejor dicho, un no lugar, es solo un movimiento sin sentido en el que se traslada y se hace humo, en el que ella es su alma, es esa mezcla y se vuelve a conocer, y vuelve a ser esclava y libre a la vez, un lugar lejano y cercano, un anhelo de melancolía que le duele hasta el tórax y la piamadre. Regresa a las lluvias y al verde lejano de su niñez y juventud, y regresa a buscar el tiempo perdido, regresa a ver las ruinas de un antiguo reino llamado felicidad.
De pronto el reloj, sin saber cómo, avanzó. Ella regresa en sí, no se reencuentra, sólo vuelve a reaccionar. Y dan la hora de viajar al pasado. Se pará, camina hacia el andén, y toma el metro.
Solo quería describir por una vez algo más que un bistec con papas, aunque cuando tengo hambre, no es mi prioridad describir las cosas. Y ese momento ha llegado.
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