En este instante estoy escuchando una canción de the cranberries. ¡Ah! Hace mucho tiempo que no lo hacía. Esto de pronto me trae a la mente tantísimos recuerdos que me hacen voltear y preguntarme si todavía queda algo del mundo de ayer. Es terrible. Siento que de pronto no soy nada de lo que era ayer. Pareciera que las emociones y la vida actual solo son una tortura de lo que antes solía ser. No tengo idea de cómo seguir expresando lo que siento, pero me gustaría encontrar las palabras para hacerlo.
No es que me queje (al menos no en el aspecto formal) de mi presente. Tengo cosas que jamás hubiera imaginado y vivo una etapa muy bonita, pero ni eso logra borrar todo el bagaje de sentimientos y melancolía que me despierta el pasado. No es bueno vivir en el pasado, lo sé, pero en este instante me hace más feliz en algunas ocasiones estar ahí que en el presente.
De pronto me doy cuenta que no sé lo que he cambiado y siento que me encuentro en un punto medio entre lo que alguna vez quise ser y lo que fui. En realidad es difícil, y no tanto por la praxis como por el hecho de adaptarse a una idea tan difícil de asimilar. No tengo la capacidad de adaptarme que yo pensé o la he confundido con la capacidad de tolerar y, siendo honestos, la familiaridad del trato humano es algo que no experimento ya muy seguido siendo que no sean las actitudes protocolarias a las que ya me he acostumbrado.
Definitivamente mientras más me veo inmerso en una dinámica social de una megalópolis, menos la entiendo. Probablemente es más mi sentido de rebeldía reprimido que está saliendo de algún lugar oscuro, pero ya para este instante, estoy a punto de explotar al respecto. Las decisiones que yo mismo tomé pueden llegar a ser negativas si dejo que el rumbo de las situaciones me domine.
La verdad es que extraño las tardes lluviosas entre las montañas y los llanos, extraño el bosque que alguna vez estuvo enfrente de mi casa (o la casa que alguna vez estuvo en frente de un bosque). Extraño los árboles de frutas y el invierno, las lluvias que más que una preocupación eran una fiesta. Extraño las tardes de soles esplendorosos en lugares llenos de paz. Extraño una vida que parecía en algún instante onírica. Dicen que nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido, y es algo muy cierto.
Hay una sensación en el aire que me impide sentir esa tranquilidad que busco. Pareciera que deliro, y espero que así sea. Es terrible saberse perdedor de un mundo antiguo, pero es parte de la madurez. Aunque, si el aprender a dar sin esperar a cambio, ser paciente, tolerante y dejar de pensar tanto en lo que los demás dicen es parte de la madurez, es verdad entonces que la madurez es más un anhelo que una realidad.
Al cambiar el rumbo de esta confesión, me doy cuenta también que, si hubiera un solo concepto de madurez que englobara valores como la templanza, la sabiduría, la cooperación y la buena fé, se volvería obvio que a lo largo de la historia no podemos hablar de que el hombre ha madurado. La civilización ha evolucionado, si. Los métodos y modos de producción han cambiado y se han producido relaciones de interdependencia en un sistema cambiante, así como un gran adelanto en los conocimientos científicos y tecnológicos. Probablemente, siguiendo lo que dice Morris Berman, los mecanismos de contención de la envidia se han hecho cada vez más endebles y hay una diferencia mayor entre el yo y el otro a lo largo de la historia, así como una cosificación de la naturaleza. Pero, y con todo eso , ¿Cómo podemos juzgar si la humanidad ha madurado?.
Considerando los recursos, los conocimientos, la cantidad de población, los proyectos comunes y el futuro compartido que tenemos como especie, es evidente que no estamos actuando de manera óptima. No estoy condenando a la civilización actual, pero si considero que de seguir las cosas como han seguido a lo largo de la historia, el caos y la anarquía predominante pueden tomar un curso tal que podremos presenciar la existencia de un gran gobierno mundial de facto o de un sistema de estados más fragmentado que el actual. Lo que no mencione es que la característica principal de ambos sería un individualismo rampante y deshumanizante, una posible anarquía a niveles micro o en ciertas regiones y una visión cada vez más economicista de la realidad. Es más, si se me permite, (y en detrimento de la cosmovisión occidental predominante: dígase paradigma cartesiano, newtoniano, judeocristiano, capitalista, etc.) yo diría que más que una visión economicista, una cosmovisión economicista , individualista y falta de espiritualidad, sin respecto acerca de las necesidades de la persona humana, disfrazada en un racionalismo tajante al puro estilo positivista (con paréntesis en procesos de transculturalidad, derechos humanos, laborales, de género, cooperación internacional y desarrollo social, claro, vistos, interpretados y puestos en práctica desde la visión predominante economicista).
Me atrevo a ser hereje, profanaré una idea. La visión occidental pierde su carácter distintivo occidental cada vez más en las sociedades no occidentales que la adoptan lentamente como propia y pasa a ser la visión universal. Que Dios nos ampare.
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