Por fin, después de estar parado por más de una hora esperando a que saliera, salió. Está lleno, En parte se debe a la hora y en parte se debe a la cantidad de personas que van al mismo lugar que yo. Aunque también se debe a la fecha y al provechoso puente que se acerca. Ya deseo que esta cosa arranque, mañana mismo tengo una clase en la mañana y no quiero llegar tan desvelado.
Con respecto a lo anterior acepto que soy algo cínico al mencionar que mañana en la mañana tengo una clase cuando no fui hoy a la de Taller. En verdad se me presentó un imprevisto y no pude entrar. Me chocan esta clase de “imprevistos”. En primer lugar, 15 minutos de retraso para empezar bien el día, acompañados de un examen anulado, una participación pobre en un intento de francés nervioso hasta que a la coordinadora o lo que sea se le ocurra que me toca pasar, por lo que a pesar de haber tomado taxi no llegué ni de chiste a mi clase de alemán. Aprovechando las circunstancias, decidí ir a ver las ofrendas para percatarme de que las del año pasado me gustaron más, lo que al final fue algo intrascendente (digo, nadie me pide mi opinión para poner o dejar de poner ofrendas en CU y mojado (llovió mucho).
Al ver las ofrendas, me acordé de lo mucho que me gusta el día de muertos y de lo muy especial que es esa fecha para mí. Todo es tan nostálgico: los olores, los sonidos, los colores, los sabores, las fiestas, las personas (las muertas y las que para allá vamos), absolutamente todo. Recuerdo el empeño con el cual se ponía la ofrenda en mi casa, siguiendo todos y cada uno de los cánones establecidos por la antigua tradición. A pesar de que vino a mi memoria cada imagen y acuarela de esa época al ver las ofrendas, seré un poco crítico: que feas. No es que le falten los signos de admiración a la exclamación precedente, sino que me da hueva ponerlos porque no lo merece. No, tampoco soy un hijo de la reacción del siglo XVII que se le olvidó su peluca en algún lugar de los salones del palacio virreinal ni mucho menos. Simplemente no me gusta mucho la idea de poner maquetas del tamaño del mundo con motivos, que si bien reconozco que son originales, sin ninguna relación real con la festividad de estos días. Eso no eran ofrendas, eran simples maquetas bonitas. Y en algunos casos era realmente poco lo que rescataba del verdadero espíritu de la festividad, pues ¿Si ustedes fueran un espíritu, irían a una ofrenda sin comida y llena de papel mache?
A mi parecer, en su intento por estar “a la vanguardia” (whatever it means), los organizadores del concurso de ofrendas de la UNAM olvidaron incluir entre los requisitos de las ofrendas participantes incluir que éstas tuvieran todo lo básico de una ofrenda tradicional, si bien con motivos modernos y un diseño original. Si, ya sé que sueno como anciana de salón de bingo con todo esto, pero en verdad me resulta preocupante y contradictorio el hecho de que la sociedad universitaria (o el ente social o humano llámese como se llame que identificamos como universidad) alce su voz a cada instante contra las políticas gubernamentales desfasadas que parecen más bien un intento de a tres pesos por adaptar las políticas de otros países a situaciones internas, cuando dentro de la universidad misma no tenemos la genialidad de conjuntar la tradición y las características propias de la cultura nacional con las necesidades o retos presentes. Es innegable que el hacer ofrendas que pierden el sentido de lo qué es una ofrenda resulta análogo al hecho de hacer y consentir políticas económicas y fiscales que son una copia de lo que se supone que es una política fiscal, y que a la vez (al igual que las ofrendas que son una copia de lo que una ofrenda debería de ser) pretenden innovar y adaptar a la realidad mexicana al mismo tiempo que lo único que logran es perder el sentido de las necesidades o requisitos culturales y sociales implícitos.
Seguro que estoy exagerando y quiero ver todo desde un punto de vista muy extremista al comparar un inocente concurso de ofrendas con el paquete fiscal de la Federación para el otro año. Seguro soy el único que cree que es un síntoma más de la dilución de la idea de mexicanidad o la dilución y renovación constante de la construcción de identidad mexicana, enfrentándose por un lado a cambios y circunstancias nuevas que impone la globalización, el desarrollo científico tecnológico y la postmodernidad en general, y por otro lado tratando de rescatar o recordar “a la mexicana” (osea, cuando es conveniente o cuando se festeja algo) lo más profundo y tradicional del nacionalismo e identidad cultural mestiza novohispana. También debería estar seguro de que toda esta clase de situaciones forzadas que me invento solo han de ser inventos de mi imaginación enferma, y para nada una expresión del cambio de mentalidad constante gracias a la renovación constante de los paradigmas científicos tecnológicos y al progreso de globalización y homogenización cultural. Segurísimo de que en el mismo momento que empezamos a aceptar las recetas del FMI y del BM NO(léase gritando el “NO”) fue el mismo instante en el que se empezó a diluir de manera ms constante y evidente el carácter y las responsabilidades sociales del Estado mexicano y TAMPOCO fue el inicio (o al menos el inicio del aceleramiento) del crecimiento de lo que ; según Gramsci creo yo; surge cuando el Estado se empieza a borrar y la sociedad civil existe es todo menos fuerte, dígase mafias, narcotráfico, corrupción, etc.
Pero como estoy muy neurótico y ya veo moros con tranchetes por todos lados, seguro que ya deliro y veo cambios de mentalidad y perdida y contradicciones cuando de fondo sólo hay un concurso de ofrendas en la UNAM. Estúpidas teorías de la conspiración.
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